jueves, septiembre 11, 2008

Monday Morning...

Esto es estar vivo para mí: Estar sentado en el borde de mi cama justo al despertar, sentir escalofríos por el frío que ha provocado en mi cuarto el aire acondicionado durante la noche. Sentir cómo mis pies tocan el frío suelo desnudos mientras mis piernas se esconden cómodamente en una cobija café. Tomar de la mesita de noche una botella de coca-cola que lleva ahí al menos tres días y dar un par de tragos que me queman ligeramente la garganta y disfrutarlos sabiendo que eso habrá sido mi desayuno el día de hoy. Mi intento fallido de asesinar a un mosquito que se ha posado justamente en mi nariz, jurar en silencio venganza mientras lo veo alejarse y desaparecer en la oscuridad que han creado las cortinas de mi cuarto. Incluso sabiendo que son las 4 de la tarde estoy seguro de que puedo volver a dormir sin problemas, ya he desperdiciado gran parte de este día. Ya he desperdiciado gran parte de este año. ¿Por qué no habría de desperdiciar un poco más? Ni siquiera haré algo importante hoy, ni mañana. ¿Qué día es mañana, por cierto?

Escucho un zumbido cerca de mi oído seguido de una rápida ráfaga de aire que ha creado mi brazo al intentar deshacerse una vez más del persistente bicho. Me doy cuenta de que mis pies están desprotegidos, moviéndose y dibujando pequeños círculos invisibles en el suelo, recolectando polvo que no tarda mucho en ir a parar a mi cama. Me hundo por completo en mi cobija café y puedo notar que posee un olor que logro reconocer y que definitivamente no es mío.

Huele a perfume de mujer, uno que yo conozco bastante bien.
¿Hace cuánto que no comparto mi cama con ella? No logro recordar hace cuánto, no quiero seguir intentando. ¿Entonces cuándo fue la última vez que lavé esta cobija? Me preocupo al no poder recordar siquiera cuándo fue la última vez que salí de mi casa.
Mis familiares fueron los primeros en rendirse. Todos están de acuerdo en que es una exageración de mi parte esconderme detrás de este fuerte de cojines que tomé de la sala y que apilé en mi cuarto hace mucho ya. (Incluso mis tíos de Sinaloa y Los Ángeles se enteraron) Fui obligado a salir con mis padres y un par de veces me mintieron para ir a ver a doctores, doctores que cada vez se sorprendían más de que yo siguiera en pie estando tan flaco y doctores que me recomendaron medicinas que tiré a la basura para evitar tener un arranque emo y chingármelas todas de un golpe. Fue una decisión sabia.

Mis padres hablaron conmigo y luego mis tíos y primos intentaron convencerme de seguir adelante pero no les hice caso, mis padres se han resignado a pagarme la renta, la luz, y de vez en cuando lanzan un sobre con un poco de dinero para que yo compre comida. Dijeron que sólo lo harían un par de meses en lo que me compongo. Y para darme ánimos de mejorarme pronto, me han dicho que en cuanto me ponga mejor les pagaré todo lo que me han estado "prestando" últimamente.
Lo más patético fue el intento de mis amigos de volverme a la normalidad, decidieron que debía hacer una fiesta en mi departamento y no se molestaron en avisarme la fecha. Un montón de gente que yo no conozco comenzó a hablar y algunos incluso a fajar en la sala carente de cojines, yo me encerré en mi cuarto intentando dormir pero un rato después Marco entró a mi cuarto y me presentó a una tipa que en cuanto estuvimos solos trató de quitarme el short azul al que pomposamente llamo "pijama". Corrí a la puta de mi cuarto y les pedí a mis amigos que cerraran la puerta del departamento al terminar la fiesta. No me he molestado en limpiar la basura de ese día. Hay noches en las que si tengo mala suerte encuentro entre las sábanas la envoltura aún sin abrir del condón sabor plátano que la puta olvidó llevarse. Ninguno de mis amigos ha llamado desde entonces, seguro piensan que soy joto, y no los culpo, hasta mi familia lo piensa.

Una o dos veces por semana, mi madre me llama preguntándome cómo estoy. Me pregunta qué ha habido de nuevo en mi vida siempre con esperanzas de escuchar algo que no sea mi usual "Nada nuevo". También me cuenta de algunas noticias sobre mi padre o mis hermanos y me dice la fecha en la que recibiré nuevamente un sobre con dinero (siempre es cada 15 o 20 días), sé que me llama sólo para asegurarse de que no me he suicidado, porque siempre termina las llamadas dándome la bendición y en un par de ocasiones se le ha quebrado la voz mientras lo hace, pero yo simulo no notarlo.

Lo que mis padres, tíos y amigos no entienden es que yo no estoy sufriendo, sino todo lo contrario, estos últimos meses (y por meses me refiero a 2 años y pico) han sido lo mejor que me ha pasado. No me enorgullece ser un mantenido, tampoco me divierte haber perdido a todos mis amigos y haberme convertido en un objeto de lástima para mis familiares, simplemente me sorprende saber lo terco que puedo ser, me sorprende lo aferrado que estoy a la idea de que ella un día simplemente me llamará y me pedirá que volvamos a ser lo que éramos y me pedirá perdón por haberme hecho una broma tan cruel como lo es fingir la muerte. Y me dirá que en realidad nunca ha estado siquiera cerca del Cristo enorme de la familia Ortiz, al lado de las tumbas pintadas de blanco y gris de un cementerio de Tampico.

Y es que después de dos años y pico me di cuenta de que en este tiempo me he concentrado en las cosas pequeñas para evitar seguir pensando en ella, me di cuenta de que después de dos años y pico yo sigo en la etapa de la negación y que depende de mi y solamente de mi salir de ella y aceptar que la perdí en la única forma que ninguno de los dos pudimos siquiera aventurarnos a pensar que sucedería.

Y no quiero salir de esta etapa. Porque de alguna forma sé que seguir en la etapa de la negación es lo único que la mantiene cerca de mi.