jueves, octubre 16, 2008

This is Hardcore...

Murió como vivió. Fue lo primero que me cruzó la mente cuando me lo dijeron.

Los vecinos habían llamado a la policía quejándose de gritos en el interior de mi casa, una patrulla llegó a la 1:40pm y al no recibir respuesta en el interior decidieron forzar la puerta y entrar, su cuerpo fue rescatado porque los dos policías que la encontraron dicen haberla visto moverse aún, por lo que inmediatamente fue trasladada en una ambulancia a la sala de urgencias del IMSS, donde se le declaró muerta a las 2:01pm.

Me la imaginé desesperada porque los brazos ya no le respondían, dando grandes bocanadas de aire y sus pulmones llenándose de agua poco a poco. Me la imaginé gritando pidiendo ayuda y nadie alrededor para escucharla, hundiéndose cada vez más y poco a poco perdiendo las esperanzas de sobrevivir. La imaginé guardando silencio por fin, con los ojos entreabiertos y burbujas cada vez más pequeñas saliendo de su boca y nariz, supongo que debió dolerle el pecho de una forma horrible, supongo que sufrió bastante. Pobrecilla, no se merecía irse así. Yo sabía que iba a pasarle algún día, pero no pude hacer nada para evitarlo, esta vez no estuve cerca para ayudarle. Pero bueno, ya se había salvado varias veces.

Caminé por ese pasillo que varios años atrás recorría cuando iba a visitar a mi abuela y la acompañaba a checar su tarjeta siempre poco antes de las 3pm, este pasillo jamás había llamado mucho mi atención primero porque tenía yo alrededor de 7 años de edad la última vez que había pasado por ese pasillo y segundo porque me parecía igual que el resto del edificio del seguro social: Paredes pintadas de blanco, mosaico color beige y un olor a medicamento igual de desagradable al que inunda el resto del edificio desde que puedo recordar, jamás había prestado atención a los chicles pegados en el mosaico del suelo que quién sabe cuántos años llevarían ahí. Siempre que yo pasaba por ese pasillo daba vuelta a la derecha, pues es la dirección hacia los consultorios de medicina preventiva. Jamás me pasó por la mente que algún día fuera a dar vuelta a la izquierda, y mucho menos que fuera a cruzar esa puerta y a leer tan de cerca ese viejo letrero que anuncia con letras blancas "Mortuorio".
Ahí dentro hacía frío y apenas podía escuchar mis propios pensamientos porque ahi cerca parecía haber un ventilador enorme que hacía un ruido insoportable, me pregunté cómo es que no lo había notado en el pasillo pero me olvidé de esta duda cuando noté que en el interior del cuarto me esperaba un señor bastante alto y de bigote que vestía un uniforme azul cielo, supongo que no recibe muchas visitas porque cuando me vio se levantó rápidamente a saludarme y me condujo a una esquina de ese cuarto lleno de tonos grises, el olor a medicamentos era más penetrante de lo que era en el pasillo y tanto el frío como el ruido del ventilador era aun mayores en ese rincón, pero esto no me molestaba tanto como lo que había en el rincón al que había sido yo llevado, frente a mi había una enorme cosa metálica de color gris bastante parecida a un archivero, me llamé idiota a mi mismo en voz baja porque me cruzó por la mente que en cualquier momento saldría de ahí Hong-Kong Phoey, pero sabía perfectamente quién estaba ahí dentro, y estaba seguro de que no iba a verla saltar de ahí vestida con un traje rojo lanzando golpes de karate preparada para saltar al interior de un cochecito.

El hombre abrió uno de los cajones y al hacerlo el frío se volvió aún mayor, en el interior se encontraba una silueta cubierta por una manta de un color azul cielo igual al uniforme del señor, quien después de haber abierto el cajón dijo algo que no pude escuchar debido al insoportable ruido del ventilador y cuando sus labios dejaron de moverse de fue de ahí, me quedé frente a la silueta, inmóvil y con los ojos abiertos. Era la primera vez que pasaba por algo así, quise huír de ahí, correr y gritar sin mirar atrás, encerrarme en mi casa y olvidarme por completo del asunto, pero sabía que era algo que tenía que hacer no simplemente por el hecho de que yo era su novio, sino porque las piernas ya no me respondían.

Finalmente después de un par de segundos que parecieron eternos, me decidí y levanté parte de la tela azul, descubriendo su frente, luego sus ojos y finalmente su nariz y su boca. Definitivamente ella, Misión cumplida. He reconocido el cuerpo, vámonos, vámonos. Pensé, pero el resto de mi cuerpo seguía inmovil y mis ojos se habían clavado en su rostro y amenazaban con quedarse ahí. Qué calmada se veía, sí, sus labios estaban un poco morados y su mejilla tenía un ligero rasguño pero todo lo demás estaba igual que la ultima vez que la vi. No sentí culpa, ni horror, ni asco ni tristeza. Simplemente veía su rostro (y esta vez era en serio) por última vez. Deslizé mis dedos por su cabello que aun estaba húmedo, y hecho esto puse cuidadosamente la manta sobre su rostro. Apenas lo hice sentí de nuevo control sobre mis piernas y pude caminar lejos de ese lugar sintiendo cómo el frío abandonaba mi cuerpo.
Al salir miré al señor y asentí con la cabeza, pareció que iba a seguirme para hacerme preguntas o algo parecido, pero no lo hizo. Salí por el mismo pasillo y respiré hondamente cuando por fin salí del edificio. El calor era insoportable y yo llevaba puestas dos playeras y un saco. Caminé lo más rápido que pude hacia mi casa sin detenerme en la tienda a comprar una coca, pues había olvidado mi cartera y no disponía de nada de dinero.
Al llegar corrí a la cocina y bebí de golpe un vaso de agua que estaba convenientemente puesto sobre la mesa, miré a mi alrededor y después fijé mi vista en el fondo del vaso, donde se encontraba un cabello demasiado largo para ser mío. Fue entonces cuando vinieron a mi unas ganas incontrolables de vomitar. Y lo hice. Me arrodillé en el suelo y comencé a vomitar sintiendo cómo se empapaba de jugo gástrico mi garganta y cómo mi rostro se ponía rojo por mis inutiles intentos de detener el vómito, el vaso cayó al suelo y se rompió, esto ocasionó que algunos trozos de vidrio se escondieran en el vómito, volviendo la tarea de limpiar ese desastre algo aún más molesto.

Caminé hacia el patio y tomé el trapeador, regresé a la cocina maldiciéndola a ella entre dientes. Estaba a punto de pasar el trapeador por el desagradable charco cuando el teléfono comenzó a sonar.

-¿Bueno?
-Mario. Hola, habla la mamá de Cristina, ¿no me la pasas, por favor?

Una bola de dudas me golpearon al mismo tiempo provocando que yo quedara paralizado de nuevo. La mamá de Cristina, seguro llamaba para preguntar cómo se la estaba pasando de visita en Los Reyes. Y ahí estaba yo, con un horrible sabor en la boca, los tenis salpicados de vómito y el teléfono en la mano, preguntándome qué chingados decir, preguntándome cómo chingados le iba a explicar a la madre de Cristina que su única hija se había muerto en un pueblito de mierda en Michoacán, preguntándome cómo le iba a hacer para justificarme por no haber estado cerca para ayudarla, pero sobre todo preguntándome cómo chingados le iba a explicar que hacía apenas unas horas su hija se había ahogado en un vaso de agua.

-¿Mario?.

8 comentarios:

El Che dijo...

Sigue asi chubby, de esa forma podré ganar los proximos juegos florales, que diga, ganaremos ;D

Anónimo dijo...

Ta chido.
LA MATO LA ZFUCK!!!

adsa dijo...

;0 Me gusto.

Anónimo dijo...

Es usted un buenazo.

Fin de la historia. El estilo es cada vez más suyo, siga pues inundándonos de letras.

Yei.
<3

Anónimo dijo...

Pues está cotorro. Sobre todo el final y eso, me gustó. Aguas con la repetición de palabras y... ya, creo.

Laendler dijo...

Spike para campeón de los juegos florales.

Kyshiru dijo...

owww...


ps ala, esta triste
pero a la ves esta bonito
xDU bien raro..
pero te llega...


cuidatee ^^ gracias!
nos vemos x3

Anónimo dijo...

Muy bueno, la mera verdad.